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LA ¿FRIVOLIDAD? DEL LUJO

Hace unas semanas, antes de la vorágine de las fiestas, vi un comentario en una foto de Instagram de Carmen Lomana que me llamó mucho la atención. Carmen había subido una foto de unos Manolo Blahnik que le habían regalado, y una mujer ofendida comentó algo así como “hay que ver, qué poca vergüenza, gastarse el dinero en unos zapatos tan caros estando el país en una crisis tan gorda”. Dejando de lado el hecho de que eran un regalo, me gustaría explicarle a esta señora y a todos los que opinan como ella, porqué pagar 200 euros por unos zapatos es más responsable socialmente que pagar 20.


Hace unos cuantos años que vivimos ya muy cómodamente en la llamada democratización de la moda, que todos podemos acceder a prendas actuales y de relativa calidad, a precios bajos, y era todo perfecto y maravilloso (hasta que llegó la crisis) porque las voces esas que decían que esas prendas tan baratas las cosen personas con condiciones de trabajo lamentables se oyen muy bajito y muy de lejos.


¿Te acuerdas de cuando eras pequeña y trabajabas en la fábrica cosiendo vaqueros para que tu familia pudiera comer…?


Ahora métete tú a estudiar a moda, a crear tu propia marca y producir una colección en España, y le dices a tu familia y amigos que un vestido tuyo cuesta 200 euros, cuando ellos están acostumbrados a no pagar más de 40, y observa la cara de estupefacción que se les queda porque “eres un carero y te crees importante”.


Veamos, primero tenemos que comprar tejido, que si es de buena calidad te puede salir por unos 15-20 euros el metro, luego hacer el patrón, que a lo mejor son 3 horas de trabajo, a 20 euros la hora; 60 euros, más los escalados de todas las tallas, más la confección, que en un país (pseudo) civilizado como España no te sale una sudadera sencilla por menos de 20€, si es un vestido, pongámosle 60. Los gastos de patronaje y escalado se pueden dividir entre el número de prendas que vas a hacer, así que si hago ese vestido 100 veces en vez de 100.000 el coste va a ser mayor. Y a todo esto aun nos queda sumarle el diseño y los gastos indirectos como transporte, luz, agua, agencia de comunicación, el IVA, ah, y algún beneficio para poder comer. Ahora, por favor, háganme la cuenta y me dicen cómo pueden meter todo eso en 50€.


Los zapatos de Carmen dan trabajo a gente del primer mundo con sueldos de primer mundo. Con esos zapatos comen no sólo el diseñador, sino todos sus empleados, los artesanos que los fabrican, los productores de la piel y fornituras, los de la agencia de comunicación, los de las tiendas que tienen por todo el mundo… incluso los de la máquina de cafés que tienen en la oficina. Así que cuando piensen en que el lujo es una frivolidad, piensen en toda esta gente y sus familias que comen gracias a que alguien decide comprar esos zapatos, que muy seguramente ni ellos pueden pagarse, pero que pagan hipotecas y libros escolares.

Este artesano de la piel no tiene unos Manolos, vamos, casi seguro…


Y no sólo eso, sino que también dan de comer a los trabajadores de las marcas de fast fashion que posteriormente “se inspiran” en sus creaciones, vendiendo modelos casi idénticos por una décima parte de lo que cuesta el original.


Con esto no pretendo decir que el fast fashion sea el mal y el lujo el bien; cada uno compra lo que puede con su sueldo, pero es necesario ser consecuente con los propios actos y saber de dónde proviene lo que se compra y cómo se ha hecho, antes de criticar a los demás. Ya saben; lo de la pajita en el ojo…

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