OBEDECE
Ilustración de Lye Lysianne
Hace unas semanas, estando con mi pareja en una tienda de fast fashion donde vendían una colección de prendas con estampados de personajes de DC y Marvel, surgió una discusión sobre si es lícito llevar una prenda con un personaje/grupo estampado del que no sabes prácticamente nada. Yo le decía que no me podía comprar unas bragas de Wonder Woman puesto que sé de ella que es la reina de las amazonas y poco más, y él defendía que podía comprender que alguien se lo comprase porque le gustase el estampado sin más, de un modo estético/gráfico.
Estamos asistiendo a una popularización de lo llamado “friki”, y hay gente que se autodenomina friki porque ve Breaking Bad o le ha hecho tanta gracia el anuncio del niño que grita “un palo, un palo” que se ha hecho una foto en Instagram con un palo; cuando realmente no tiene ni idea de que ese anuncio es un homenaje a este vídeo de los anales de youtube y yonkis.com.
Nintendo Sixty-fooOOOOUUUUUUR!!!
Eso, queridos amigos, no es ser friki. Llevar unas bragas de Wonder Woman sin saber nada de ella, tampoco. Empecemos por entender qué es ser friki, o lo que se entiende por friki aquí en España, ya que el verdadero término sería nerd. Y de esto estoy totalmente segura porque durante mi adolescencia, una profesora de inglés, británica 100% ella, me corrigió en una clase “you are not freaky. The freaks are the ones in the circus, you are a nerd! I know it, because I have always been one, too!” (estamos por todos lados, amigos). Se supone que un nerd es un individuo inteligente y centrado, obsesionado con un tema, sin habilidades sociales, sin interés por la actividad física… y aficionado a la ciencia ficción, comics, videojuegos, etc. Pero esto es un estereotipo. Los hay deportistas, guapos, ligones… y no tan inteligentes; pero en términos realistas y prácticos, se aplica a todo aquel que tenga afición por los temas citados de ciencia ficción y demás.
La primera vez que me llamaron friki, yo no tenía ni idea de qué me estaban diciendo. Y todo porque llevé una mochila de Ranma ½ a una fiesta y me reconocieron “como igual”. Yo ya sabía que era diferente, que me gustaban cosas que a otra gente no le gustaban, y que prefería ir al cine o a un museo que a un botellón, pero no sabía que eso tuviese un nombre, una denominación específica, más allá de la de “rara”. Para mí simplemente era tener intereses culturales, pero no diferenciaba unos de otros, no diferenciaba entre lo que era un gusto friki y uno normal. Me vestía muchas veces inspirándome en películas y series, y en el instituto sufrí lo que ahora denominan bullying, pero que en aquel momento se llamaba “los niños pueden ser muy cabro****”. Por eso, que ahora alguien se ponga una camiseta de algo que no conoce y se califique a sí mismo de friki, cuando en el instituto era de “los guays”, de los que se metían con la gente como yo, pues poco menos que me da ganas de marcarme un Carrie.
Vais a saber lo que es el bullying… a la parrillaaa…
Un día era Sarah, otro Chii, otro Annie, otro una de las Lisbon, al siguiente una noggomu, otro Margot, otro Molly…
Ahora los ex-bacalas se autodenominan frikis, y a los diseñadores les da por la ciencia ficción. Porque ahora es cool, y mainstream. “No se vale” saltarse la parte del bullying y pasar directamente al “frikismo” popular. Igual que tampoco está bien llevar una camiseta con la lengua de los Rolling Stones, cuando no sabrías decir ni el título de tres canciones suyas.
Otro tema que me llama la atención, es el de las gorras OBEY. Son algo como muy de moda entre la chavalada hipster-to-be, y me gustaría entender por qué. ¿Saben el origen de la palabra, el origen de la pegatina OBEY de Frank Shepard Fairey?
La famosa pegativa de Frank Shepard Fairey, con André el Gigante muy contrastado.
La palabra OBEY, como letrero, aparece en la película de ciencia ficción de 1988, escrita y dirigida por John Carpenter, titulada “They Live” (Están vivos), en la que un trabajador encuentra unas gafas que le permiten ver a las personas en su aspecto auténtico, con lo que descubrirá que importantes personajes de la vida política y social son en realidad extraterrestres que han llenado el mundo de mensajes subliminales que pretenden convertir a los humanos en una especie esclava.
Para aquellos que sepan inglés, el propio Shepard lo explica en este vídeo
Imagen de la película “They Live”, con el letrero de OBEY al fondo.
La imagen, es decir, la cara contrastada que aparece en la pegatina de Shepard, es la de André el Gigante, luchador profesional, y el Fezzik de “La Princesa Prometida”, película clave en mi infancia. Su extraordinaria estatura se debía a la acromegalia, una enfermedad que produce un aumento desproporcionado del tamaño de las extremidades y la alteración de las proporciones faciales.
“Vizzini rima con mini”
Que esta pegatina se hiciese popular entre la cultura underground, graffitera y skater americana, es lógico. Es un slogan subversivo, estético y potente. Pero que se haga popular entre esta juventud pseudo hipster, que ahorra dinero para adquirir un artículo con la palabreja, sólo porque se ha puesto de moda, sin ahondar más en el tema, es una maravillosa ironía; obedeced, gastaos dinero en algo que no entendéis, sólo porque alguien dice que mola. OBEY.